Sobre dejar de estar

Ya no estoy aquí me hizo pensar en varias cosas. Entre ellas, pensé en la amistad, la distancia y las rebajadas como hilo capaz de acercar desde personas entre sí hasta lugares ubicados a kilómetros de distancia. Aquí hay algunos de esos pensamientos que quise compartir.

Alejandro Pabón
6 min readDec 27, 2020

Sobre la amistad y la distancia

La música crea conexiones, conexiones entre recuerdos y, por consiguiente, entre las personas que habitan los recuerdos. Escuchar por casualidad o no una canción junto a otra persona en una situación específica, crea en nosotros una conexión con la sensación que dominó nuestro cuerpo durante esos tres a cinco minutos y, en ocasiones, al volverla a escuchar es capaz de trasladarnos al lugar donde se escuchó y replicar la sensación sentida. Así pasa con Ulises, protagonista de Ya no estoy aquí, quien, a modo de escape, debe abandonar su ciudad Monterrey y, con ella, dejar a sus amigos. Pero antes de abandonar su ciudad, recibe un regalo de una de sus más cercanas amigas, un walkman con muchas canciones de cumbia colombiana ya rebajadas, y es así que se lleva a Nueva York las canciones que bailaba en las calles de los barrios de Monterrey junto a los terkos de la kolombia.

El walkman que le regalan no es solamente un reproductor de música, se vuelve también una forma de viaje, de teletransportación, y de escape. En la lejanía de NY, el walkman se vuelve su amuleto, su salvación, pues es a través de este que Ulises se traslada a los recuerdos de aquellas calles que días antes transitaba con tranquilidad y con seguridad de no solo pertenecer a los terkos y de ser kolombia, sino de pertenecer a un grupo de amigos en el que se reconocían los unos a los otros. La película lo muestra cuando Ulises baila mientras se baña o está en una azotea en NY, pero al mismo tiempo está en Monterrey, rodeado de sus amigos que lo aplauden y alientan al hacer sus pasos, hasta que alguien en NY lo sacude o lo apura para ir a trabajar. Como si fuera un tipo de sueño en la vigilia, la música que suena del walkman permite que Ulises habite dos lugares a la vez, o al menos que una pequeña parte de él viaje por un instante hasta Monterrey con sus amigos. De esta manera, la forma que adquieren los lugares empieza a parecerse a la silueta de sus amigos, que a la vez toman la forma de esas calles que hoy recuerda desde la lejanía. La amistad y los terkos son el territorio mismo. Ulises se lo explica a Lin, su nueva amiga de NY, al mostrarle que el saludo de estrella que hacen con las manos entre los terkos representa el mapa de Monterrey, la ciudad que les permitió conocerse mientras la cumbia hacía parte de la amistad.

La relación entre la amistad y la cumbia está desde que la primera surge, como pasa cuando un chico nuevo quiere ser kolombia y entrar al grupo de Ulises y, como si fuera un ritual de iniciación, el chico canta “lejanía” de Lisandro Meza tocando los tambores. Lo aparentemente contradictorio es que mientras están en medio del ritual de conocerse y por ende, de acercarse y aproximarse entre sí, se canta una canción sobre la distancia, sobre extrañar, casi como si se anunciara que la amistad implicaría una futura distancia que hace extrañar al otro, una futura lejanía. A modo de presagio y como juego narrativo, la película posteriormente nos muestra a Ulises en NY escuchando “lejanía”, extrañando a Monterrey y sus amigos, sin poderse trasladar físicamente a sus calles.

Sobre las rebajadas

Así mismo como la amistad, la música también puede surgir de la distancia reduciéndose o ampliándose. De esos cambios de distancia nace la rebajada. Ya sea como accidente o no, la realidad es que en el viaje de la cumbia de Colombia a México, que por momentos llegó hasta Houston para devolverse a Monterrey, esta se distorsiona y al llegar a su destino empieza a sonar más lento. La cumbia, que llega a Monterrey de la necesidad de escapar y migrar de alguien más, llega como si estuviera cansada del viaje y por eso canta más lento.

Es así que, como en un acto simbólico de resistencia, Ulises llega a NY escapando de Monterrey y, mientras camina en una ciudad rápida, blinda sus oídos escuchando rebajadas. Sin embargo, en NY las rebajadas ya no funcionan para Ulises, en NY ya no es el chico con poder en su territorio que baila cumbia mientras sus amigos lo alientan, lo aplauden y lo rodean; en NY la ciudad lo escupe. Cuando Ulises saca la rebajada de sus audífonos con el parlante que compra, es cuando la ciudad más lo empieza a escupir. Esto pasa cuando Ulises decide bailar rebajadas en una estación subterránea del metro como forma de rebusque económico y llega un loco que no soporta su baile y su música y le exige que pare; también pasa cuando baila debajo de un riel del metro elevado, ahora al nivel de la ciudad, y un policía le pide un permiso burocrático para bailar ahí. Ulises se desespera y colapsa. Esto tal vez pasa por el abismo rítmico y temporal de caminar en una ciudad extremadamente rápida escuchando música especialmente lenta, jalado hacia dos extremos aparentemente contradictorios, como si la rebajada fuera una forma de resistir a la rapidez a veces asfixiante que el mundo exige cada vez más.

En una de las versiones de “lejanía” se escucha a Lisandro Meza exclamar: “¡de Colombia para México!”. El mismo Lisandro Meza nos está diciendo que mientras se canta sobre la lejanía se puede estar tejiendo un hilo que acerca dos lugares que están a kilómetros de sí. Como si Ulises entendiera a Lizandro Meza busca una cercanía con Gladys, la bailarina colombiana que conoce en NY, ya que es ella la primera persona allá en reconocer las cumbias y por ende, la primera en reconocer una parte de Ulises. Él parece admirarla por ser colombiana. Sin embargo, cuando Ulises le muestra las cumbias que escucha en su walkman, ella reacciona con desagrado y le dice que el walkman está dañado, a lo que Ulises responde que no está dañado, que a propósito ponen las canciones más lentas. Ella no lo entiende, era como si la cumbia que Ulises le mostraba no fuera colombiana. Podría ser que ella ya estuviera adaptada al ritmo y la velocidad de NY, o nunca había escuchado las rebajadas antes. Así, encuentra otra lejanía con Gladys, que es compleja porque a la vez es ella quien, en un acto de hospitalidad, le da posada en una de las noches en que él no tenía a donde ir.

Tiempo después Ulises no logra seguir en New York y debe volver a Monterrey. Cuando Ulises llegó a Monterrey todo había cambiado, las calles ya no lucían igual, sus amigos tampoco. Así, la película nos da luces de que la kolombia se extinguió, cosa que ocurrió impulsada por los carteles de la zona que hicieron huir a Ulises. A su regreso, Ulises también había cambiado sin haber estado en Monterrey cuando la kolombia se extingue: ya no tenía su peinado y usaba ropa diferente, como si él también hubiera exterminado la kolombia de sí mismo. Creo que es ahí cuando se engloba el título de la película. La kolombia ya no estaba aquí, ni tampoco el Ulises que había tenido que escapar de Monterrey meses antes, ni los amigos que había dejado cuando se fue. La película culmina entonces con una mirada sobre el recuerdo de las cosas que cambian y que nunca serán igual que antes, una mirada sobre lo efímero y la ausencia.

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