Sobre volver a uno y la llegada de Radamel Falcao García

Alejandro Pabón
5 min readJul 5, 2024

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Era un día más de trabajo en mi escritorio cuando llegó a mi celular una noticia que, aunque mucho se pronosticaba, me estremeció: Radamel Falcao García jugará con Millonarios FC. Esta noticia me generó una extraña sensación que atravesó mi cuerpo, entre una felicidad nerviosa y una incredibilidad. Al principio creí que era una sensación totalmente nueva, pero luego excave en mí y me di cuenta que ya conocía lo que estaba sintiendo. Por un instante me trasladé a aquel momento en diciembre del 2012 cuando, con una extraña patada, Wilberto Cosme logró empujar el balón dentro de la malla para hacer un gol fundamental en la tan anhelada estrella 14. Entonces me pregunté qué tanto ha cambiado en ese adolescente de 15 años que vió ese gol en el Campín y que hoy se sorprende tanto de esa sensación que ya conoce.

En el 2012 venía de varios semestres abonándome para ver a Millonarios, lo que en ese momento implicaba ir al estadio entre 1 o 2 veces por semana. Mi día a día consistía en esperar a que pasaran los minutos para entrar al Campín siempre tres horas antes de que iniciara el partido. Ir al estadio era lo único que le daba sentido a mi vida en ese momento, y no era algo gratuito o casual, en esa etapa de mi vida estaba atravesando una intensa depresión que me hacía pensar que despertarme todos los días y tomar la primera bocanada de aire no valía la pena. Y entonces, ante la confusión por el vacío que sentía y la crisis de identidad propia de la adolescencia decidí, casi que como instinto, aferrarme al factor identitario más antiguo (y tal vez el único) que tenía: yo era hincha de millos desde que tenía memoria. Sin embargo, para mi y para los miles de hinchas contemporáneos míos, teníamos una gran frustración y era que no habíamos visto a millos campeón. Para un joven de 15 años, una sequía de 24 años es casi igual a un imposible, vernos campeones era una ilusión o una leyenda, lo que creo que hacía más especial ese sentimiento, creíamos ciegamente en algo que nos habían contado pero que nunca habíamos visto.

Recuerdo que en mayo del mismo 2012 se jugó un amistoso en el Campín entre el poderoso Atlético de Madrid de Falcao y Millonarios, partido en el que Falcao hizo un acrobático gol de chalaca. Si bien ese gol fue en un partido amistoso, marcó en mí la posibilidad de ver algo que nunca me había imaginado: que uno de los mejores jugadores del momento le hiciera un gol de chalaca a mi equipo. A diferencia de la estrella 14 que había soñado e imaginado un sinnúmero de veces, este gol no había estado en mi radar. En ese momento Falcao era uno de los mejores jugadores del mundo, lo cuál era algo especial para mi corta edad ya que, al igual que con Millonarios, ver a jugadores colombianos o a mi equipo ser de los mejores del mundo hacía parte de un pasado que ya había acabado. “Acá los jugadores son muy borrachos, lo nuestro es el ciclismo”, recuerdo que decían los adultos en las reuniones familiares. Sin embargo, ahí estuvo Falcao para demostrarle a un adolescente deprimido que lo que creía “imposible” realmente podía pasar. Entonces recuerdo que en agosto de ese mismo año vi a un colombiano, el mismo Radamel García que le hizo gol de chalaca a Millonarios en el Campín, darle clase al Chelsea de Inglaterra en la final de la supercopa de Europa con tres goles que le dieron la victoria al Atlético de Madrid. Al final del año, el 16 de diciembre, vi en vivo lo que muchas veces había visto en mi imaginación pero que nunca había visto con los ojos abiertos, Millonarios había ganado su estrella 14. Por esos días supe que lo imaginado era perfectamente posible, pero a la vez entendí que verme feliz y alejado de la tristeza y el desazón que me acomplejaba en ese momento, también era posible.

Como si fuera un switch, cuando salí de la depresión empecé a cambiar. Los intereses de un primíparo recién llegado a la universidad empezaron a tomar nuevos rumbos y algunas cosas que antes no me incomodaban me empezaron a fastidiar. La homofobia, la misoginia, el racismo y la violencia que brota con intensidad en las tribunas empezaron a ser un factor intolerable para mí, lo cuál contribuyó a mi distanciamiento del estadio. Entonces me decía ingenuamente “ya superé esa etapa”, pero así no fuera al estadio y así mi día a día ya no dependiera de las horas de los partidos de millos, ahí estaba yo mirando los resultados cada 8 días. Así quisiera lo contrario, Millonarios seguía teniendo un alto nivel de importancia en mi vida.

A pesar de tantas tristezas y desilusiones, millos se consolidó como aquello que siempre estaría en mí, algo intrínseco y enraizado en las profundidades de mi pecho. Y entonces entendí el porqué de la extrañeza que sentí al ver la noticia de la llegada de Falcao, pues estaba viendo juntarse dos cosas que me habían hablado de lo imposible: Falcao vestiría de azúl. Entendí que la belleza del momento consistía en que Radamel con esta decisión que tomó en la etapa más veterana de su carrera como futbolista me trasladó a mi infancia, me hizo volver a sentir emociones propias de mi yo de 15 años. Aquel Falcao adolescente que alcanzó a jugar en las inferiores de millos y que hoy se pone la camiseta oficial y dice estar cumpliendo su sueño de niño me demostró que por más que cambiemos y que “superemos etapas de nuestras vidas” hay cosas que nunca cambian, que están arraigadas a nosotros y que vale la pena aferrarse a ellas.

Pasadas las dos semanas de la noticia, sin tenerlo en mis planes económicos ni haberlo pensado mucho, como si fuera el mismo joven impulsivo de 15 años, me volví a abonar para este semestre. Con una sensación conocida pero desconocida a la vez volví a ser ese adolescente emocionado por su abono, sólo que ahora soy un adulto (o al menos juego a serlo) dispuesto a imaginar y soñar con que lo “imposible” sea posible.

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